ari-logotype_Mesa de trabajo 1

Primeros auxilios para enfrentar un cáncer.

 

“Tiemblo, pongo cara de “póker”, me revuelvo en la sala de espera en mi silla, me digo que no va a pasar nada, sólo será un susto. No dejo de preguntarme por qué me han vuelto a pedir que venga al Hospital. Me llaman. Entro. Mi doctora tiene una cara rara. Algo no va bien, algo no va bien, para de pensar me digo. Empieza a hablar, no para de hablar, resultados, que lo siente, que no lo esperaban pero las pruebas no son buenas. Caigo sobre mí misma, siento que me quedo pegada a la silla. Ha dicho lo único que pedí no oír. Por favor, que haya escuchado mal. Pero no, lo ha dicho, lo he oído bien. Habla de mí y ha dicho cáncer”.

El mundo va a cambiar. Lo hará de golpe. Será rápido. El miedo podrá apoderarse de tus pensamientos día tras día, minuto a minuto. Tendrás ganas de llorar, de gritar, de desaparecer, de golpear, de volver a atrás. Querrás llegar al punto donde todo “se torció” para arreglarlo, para librarte de lo que podrás considerar de entrada y durante algún tiempo como una pesadilla, algo que no mereces. Buscarás una explicación, un por qué, un origen del problema, de tanto malestar, de tanto descontrol muy posiblemente sin hallar respuesta. Te sentirás pequeño, pero sólo es la antesala de lo que te hará grande.

 

Cuando estés lista/o, podrás luchar, querrás luchas. Querrás vencer a “eso” que ha trastocado tu mundo. Lucharás, no será fácil, no será agradable, no será divertido. Pero te reconfortará, te hará sentirte más fuerte, te hará tomar el control, te hará crecer, te hará ganar. Podrás.

Tómate tu tiempo, descansa, pasea, lee, disfruta de los ratos de tranquilidad que vendrán. Enfádate, expresa, escribe lo que sientes, háblalo, ríe.  Observa como pasarás de no creértelo, al miedo, ansiedad, a un estado de tristeza, ira, aceptación, dudas, alivio en pocos minutos, horas o incluso días desordenadamente. Podrás sentir un gran coctel de emociones muy cambiante que se irá estabilizando poco a poco. Es completamente normal, ten paciencia. Procura no bloquearlas no permitiéndote llorar o hablar del tema. Debes vivirlas para superarlas y dar paso a las mejores, las positivas, las que te confortarán. Respeta tu ritmo, escúchate. No fuerces las cosas y no permitas que otros lo hagan. Elige bien tus fuentes de información.

 

Debes saber algo muy importante que me gustaría que grabaras en tu mente y reivindiques. Ahora te parecerá obvio, pero no lo será. Nunca olvides esto: lo que está pasando no es culpa tuya, no te lo has buscado, no lo has provocado, no lo has elegido, pero ha llegado. Sí puedes. Date un poco de tiempo.

 

Cuando, cual guerrera agotada vuelvas a casa, mírale a los ojos, dile lo que sientes, apóyate en los tuyos, en los profesionales. Algunos son pequeños lo sé, pero ellos también necesitan saber lo que se avecina, en función a su edad y hasta donde elijas transmitirles, pero es conveniente que sepan lo que pasa en casa.

Libérate de tensiones innecesarias ocultando información. Prepara lo que quieres decir, cómo y cuándo lo quieres decir con un profesional especializado. Aunque ahora te parezca cruel decírselo a tus hijos, ellos captan que algo no va bien. Esa incertidumbre puede hacer que sientan miedo, inseguridad, descontrol al no entender que pasa. Saber, aunque sea algo desagradable, lo que pasa, permitirá que todos sepan la talla del “enemigo” a batir y por tanto generar las estrategias adecuadas para adaptarse. Piensa sobre lo que necesitas y pídeselos. Hazlos partícipes. No los protegemos dejándolos al margen, sólo bloqueamos su propio proceso de adaptación a esta nueva situación que generará algunos cambios en el día a día de todos. Descubrirás que ellos también son fuertes, que son capaces de aportarte el cariño que necesitas para seguir cuando estés cansado, serán el aliento que te falte en los malos momentos, serán el aire que sople en tus alas.

 

No temas derrumbarte ni habla de lo que te preocupa. No es más fuerte quien no cae, sino quien se toma un tiempo y se levanta. Te cuento un secreto: el miedo y las preocupaciones se hace más pequeñas cuando hablas de ellas.

Te contarán, y por compromiso escucharás, casos de otros que no lo consiguieron, que en teoría tenían “lo mismo que tú”, pero realmente no es así. Te podrán augurar un futuro incierto “las malas lenguas”  que podrían hacerte sentir solo.  Pero no lo estás, recuérdalo. Debes saber que son casos de un tiempo pasado en el que todavía no podíamos controlar e intervenir como hoy. La realidad, lo que la ciencia dicta ahora es que los tratamientos son efectivos y menos nocivos. No dejes que la ignorancia de otros abrume el propio conocimiento que tendrás de tu proceso. Pregunta siempre a tus especialistas. Habla con otros que como tú, también lo han pasado. Pero siempre siendo muy consciente de algo: el proceso de cada persona es único e irrepetible. Eres único/a incluso en esto. Lo que tú vas a vivir o han vivido otros, no es la norma, y no debes transmitirlo o tomarlo como tal.

Y de repente todo volverá a cambiar. También de golpe, sin previo aviso. Irás quemado etapas, generando recursos, aprendiendo a manejarte como muchas veces digo “en una gran pecera llena de tiburones”. Empezarás a reír de nuevo, a aconsejar a otros que empiezan este camino tan personal, a veces incluso sin quererlo para calmarles, tan parecido y tan diferente a la vez a ti. Te sentirás fuerte, muy fuerte.

Empieza un proceso, no el final, es el inicio de otra etapa más en tu vida.

Decirle a los demás que tengo cáncer, saber que va a pasar tras el diagnóstico, entender  la enfermedad, cómo afrontar la vuelta a casa, a mi trabajo, a mi vida, saber por qué se me olvidan tanto las cosas, cómo controlar efectos secundarios, tener bienestar y calidad de vida durante el proceso, cambio de imagen corporal, perder los miedos, afrontarlos, dejar de sentir tanta ansiedad, poder ir con seguridad a una consulta, etc. Son muchas de las cosas que ahora deberás aprender a enfrentar, y que el impacto emocional que supone la enfermedad te dificultará. Es por ello, que debes saber que existimos profesionales especializados en los procesos psicológicos y físicos asociados al cáncer llamados Psico-oncólogos. Un buen psico-oncólogo debe ser psicólogo clínico y de la salud con formación específica en psico-oncología y con una amplia experiencia en estas situaciones y pacientes, ya que no todo está en los libros.  

 

Si llevas demasiado tiempo anclado en una emoción que no te hacen sentir bien, o tienes reacciones muy intensas, es el momento de consultar. Cuando te sientas desbordada, cuando no sepas qué camino tomar, cuando simplemente necesites ordenar tus ideas sobre lo que se avecina,  cuenta con nosotros. Somos los encargados de cuidarte, guiarte y orientarte para que puedas resolver todas estas cuestiones haciéndote más fácil el camino durante y después del proceso. Somos los guardianes de tus miedos

Psicooncóloga.
Editora de Psicoonco para pacientes.

Publicado en el Periódico El día el pasado Domingo 20 de Octubre de 2013. 

Siéntete bien, afróntalo con optimismo y vive sin miedo

ÚLTIMOS POST